El año 2050 es la nueva meta, la nueva fecha que muchos científicos, investigadores y “tecnólogos” señalan como el cénit en el que muchas de las tecnologías que ahora están en un estado incipiente se habrán consolidado y nuestra sociedad será otra, se supone que para mejor, aunque no necesariamente en todos los casos.
Tanto me da que sea ese año como otro. Poner fechas obedece a la inseguridad humana y la necesidad de aferrarse a algo comprensible cuando todo es indeterminado ante un futuro tecnológico apasionante.
Inteligencia artificial, internet de las cosas, ciudades inteligentes, big data, monedas virtuales y formas de pago sin dinero físico, medicina personalizada más preventiva que curativa, nuevos materiales como el grafeno, coches autónomos, robótica, nuevos modelos de formación y educación, impresoras 3D y decenas de innovaciones.
Particularmente siempre me ha gustado la carrera espacial y sigo con interés la posible llegada del hombre a Marte, pero este avance ya no será tan relevante para los humanos como la mayoría de los anteriores. Sin duda supondrá una gran gesta, pero no cambiará nuestra forma de vida. En unas décadas, cuando estas innovaciones funcionen de forman conjunta, el mundo desarrollado será completamente diferente, el resto del planeta tengo mis dudas de que se beneficie.
La clave para el desarrollo tecnológico pasa por los avances que se generen en el campo de la inteligencia artificial (IA), que está presente en todas las revoluciones que se han citado. En la actualidad se está trabajando en programar máquinas para que aprenden solas y se calcula que pueden alcanzar una capacidad de computación similar al cerebro humano entre 2020 y 2025.
El desarrollo de la IA ayudará al ser humano a multiplicar sus capacidades (por ejemplo con un chip bajo la piel o una red neuronal que guarde datos y vivencias) y podrá crear máquinas que sobrepasen al ser humano en talento hasta llegar a retos inimaginables, como asegura el experto en robótica José Luis Cordeiro, de la Singularity University que promueven Google y la NASA, quien asegura que “La muerte será opcional”. Es muy recomendable ver alguna de sus conferencias en YouTube sobre esta cuestión.
Las empresas que dominen el big data y la IA gestionarán el mundo
En la medida que se implemente la inteligencia artificial y junto con el big data se irán desarrollando el resto de cambios en la sociedad. Esto se debe a que en la actualidad toda nuestra vida es digital y se pueden procesar con el objetivo de explotar esas grandes cantidades de datos con aplicaciones infinitas para mejorar la sociedad, como sucede con la sanidad y los avances que se esperan en la curación de algunas enfermedades o, al menos, la mejora de la calidad de vida de los enfermos.
En la actualidad ya se utiliza el big data para la gestión de la publicidad personalizada, identificar tendencias de consumo o demandas de mercado (incluido el bursátil que ya es operado casi al 50% por ordenadores que toman decisiones autónomas en función del análisis de datos). Pero la cantidad de información que se produce cada día es tan enorme que el big data necesita el apoyo del llamado machine learning, superordenadores programados para ser capaces de interpretar esta avalancha de datos y, lo más importante, máquinas programadas para que aprenden solas de estos mismos datos y de su capacidad de análisis utilizando la inteligencia artificial, lo que potencia su uso y posibilidades en todos los campos: economía, banca, sanidad, etc.
Esta transformación digital se extenderá al tipo de vida urbano debido al desarrollo de las ciudades inteligentes, cuya transformación se basa en el Internet de las cosas, el big data y la sensorización guiados por la IA, además de la necesidad imperiosa de buscar un modelo de gestión para muchas ciudades que pasarán con facilidad de los 20 millones de habitantes en la próxima década, y que solo con el conocimiento humano actual se convertirían en lugares caóticos de tráfico, generadoras de residuos, entornos contaminantes y hábitats insalubres con casi toda seguridad.
Parte sustancial de las ciudades inteligentes es lo que se conoce como Internet de las cosas, que consiste en que muchos de los dispositivos de nuestra vida cotidiana que ahora todavía no están conectados a la red lo estarán, tanto aparatos del hogar, como de fuera de él: neveras, televisores, relojes, ropa (tanto de calle como para hacer deporte), zapatillas o zapatos (para saber cuántas calorías gastamos), bicicletas, motos y por su puesto el coche, sea autónomo o no.
Todo estará conectado a internet y habrá más aparatos que personas conexas a la red. Se calcula que del orden de 50.000 millones de dispositivos frente a 9.000 millones de personas. Tal cantidad de datos, que es el nuevo poder o petróleo del siglo XXI, solo se puede procesar por medio de lo ya mencionado: el big data y la inteligencia artificial. Las empresas que dominen estos mercados gestionaran el mundo, no necesariamente en un sentido apocalíptico pero si desde el punto de vista comercial, que redundará en menos competencia, y en menos privacidad para los usuarios. En este posicionamiento están Google, Facebook o Amazon, por ejemplo.